Me doy cuenta que vivimos en un mundo en el cual, ya nadie
se pone de pie cuando una embarazada o un niño pequeño se sube al colectivo.
Que ya nadie ayuda a un anciano con bastón a cruzar la calle. Que si alguien
puede, se te adelanta en la fila del kiosco o del almacén, que si alguien se
tropieza con vos, no te pide disculpas. Si alguien grita, nadie sale a ver qué
pasa. Siento que quizás me educaron con valores de antaño, que ya no se usan.
Si todos mirásemos un poco más al que tenemos al lado, en
lugar de mirar tanto las pantallas de nuestros celulares, creo que
descubriríamos un mundo que se está desmoronando, en el cual todos salen a
señalar y a acusar al primero que dice algo opuesto a lo que uno piensa. Un
planeta hipócrita, que se ha olvidado de los sentimientos de las personas,
volviéndose cada vez más autómatas.
Todos critican, creyendo ser dueños de la verdad. Pero en
realidad nadie sabe nada. Yo sólo sé que estamos en un mundo en el que reinan
los poderosos que quieren aplastarnos día a día y la gente sólo se preocupa si
salió bien o mal en una foto. Todos entran en el juego de las críticas tarde o
temprano, todos quieren ser parte de la superficialidad en la que estamos inmersos.
El día que aprendamos a felicitar a los héroes que salvan
vidas en las guerras o a los médicos que ayudan a sus pacientes a sobrevivir, más
que creer que los héroes máximos son unos tipos que se ganan una medalla en una
competencia deportiva, quizás ahí se recuperen un poco los valores perdidos.
Y con todo esto, se que también estoy criticando, pero
quiero rescatar a los héroes anónimos que hacen que el mundo sea mejor, a los
científicos que descubren curas, a los artistas que nos llenan el alma de
gloria y a la gente completamente desconocida que de alguna manera u otra
intenta mejorar el mundo. Quizás no esté aún todo perdido, sólo gracias a
ellos.