Últimamente
vengo aprendiendo muchas cosas. Como que nada es para siempre y que la gente en
la vida de cada uno conforma etapas que después se desvanecen con el viento.
Nunca
quise estar en soledad o quizás nunca antes me habían dejado. Nací hija única y
tal vez debería saber mejor que nadie lo que significa estar sola. Pero las
circunstancias de la vida me llevaron a un rincón en el que solo escucho
grillos, otros días oigo truenos y a veces tan solo mi respiración.
A
veces me pongo a pensar que en una de esas, elegí estar sola. Ninguna de las
aparentes compañías me satisfacía.
Recuerdo
que de niña, solía jugar sola con mis muñecas, mis ponys y mis casitas hechas
en un cajón. Los dormitorios de las protagonistas de mis historias de la
infancia hechas con los pañuelos de tela de mi padre, que probablemente un
tiempo después usaría para llorar.
De
adolescente lloraba con frecuencia, aún más que ahora. Me enamoraba hasta de
las palomas que pasaban volando por la ventana. Pero siempre me fijaba en las
personas equivocadas. Ahora también.
Escribía,
a la edad de 13 años en un diario íntimo, me sentía invadida por un profundo
sentimiento, cada día de una persona diferente. Y eso cambiaba con mucha
rapidez. Hasta que llegó la primera sensación verdadera de amor, y ahí empecé a
escribir versos más que infantiles pero profundamente sentidos para ese pequeño
ser. Recuerdo que solía sufrir por las noches antes de dormir por esos amores
no correspondidos, que con los años, se empiezan a ver como historias tiernas
perdidas en el espacio.
Pero
en esa temprana juventud, el no hallar un amor era desesperante. Además la
escasa experiencia y la educación de muñeca de trapo no dejaban mostrar esos
sentimientos a la luz. De repente, cuando menos lo esperaba llegó el primero,
la primera persona que me dijo te amo, dos palabras que supuestamente ni los
tornados podrían remover y a veces las situaciones si. Viene a mi mente un
cumpleaños de 15 en el cual saqué el anillo de la torta, esa misma noche
terminé con un gran amor, o al menos así era visto en aquel tiempo. Luego
regresó. Y volvió a regresar incluso 10 años después, como una canción dice.
Pero ya nada era igual, demasiadas cosas habían cambiado, ni nuestros átomos
eran los mismos.
Con
el transcurso de unos meses, apareció otra persona que parecía que de verdad
amaba, escribió cientos de cartas muy sentidas hacia mí. Dijo y demostró que
nunca dejaría de sentir eso. De un día para el otro…el torrente sanguíneo dejó
de bombear latidos con mi nombre hacia su corazón.
Eso
apagó bastante mi soberbia, pero aun conservaba la esperanza de volver a
enamorarme, de pensar con toda sinceridad que habría una sola persona que sería
la más importante para mí, y que eso sería así a través de los tiempos.
En
un estallido de locura, y como un suceso completamente impensado, eso ocurrió.
No esperaba nada ni a nadie, luego de ese gran amor que hasta en mí se había
esfumado. Pero apareció, y esta vez, era algo indescriptible, era besar y
suspirar ambos al mismo tiempo, era estar juntos y ser felices, era compartir la
vida día a día, y que cada uno de ellos fuera una alegría sublime que llenaba
mi ser. Era sin lugar a dudas lo mejor que me había pasado. Y fue así durante 3
o quizás 4 años. Pero al parecer nada es para siempre, y esa persona encontró
su destino. Y ese destino no era yo, ni siquiera era otra mujer. Hubiera sido
incluso más reconfortante que sea otra. Ese destino, sólo representaba el hecho
de estar separados, por largos períodos de tiempo. Hasta que llegó un momento
en el cual ya no podíamos compartir nada. Todo era dolor. Todo era sufrimiento
y espera. Cuando los caminos se bifurcan, como decía un sabio escritor al gran
estilo Tiresias, hay varios caminos para elegir…y uno escoge.
A
mi me tocó escoger el sendero que menos pesar me causaría. El gran problema era
que después caería una pesada catarata de agua fría sobre mí, al saber que esa
persona no resignaría este destino por todo lo construido juntos. ¨Es injusto¨
me dijo, ¨pero así es¨…La injusticia es algo que nunca me había agradado. Y
esta vez tenía un sabor demasiado amargo, al saber que era la primera y única
vez que había dado todo por alguien.
Quizás
sea este un momento para pensar, para reflexionar. Lamentablemente, cuanto más
pienso y reflexiono acerca de eso, más lágrimas se escapan de mis ojos. En
algunas ocasiones quiero hacer de cuenta que está todo bien, pero eso no es
verdad. La realidad es que no se cuando mi corazón se va a poder dar una nueva
oportunidad. Creo que siempre me dejé llevar por mis sentimientos y emociones,
nunca fui para nada cerebral. Capaz deba pagar el precio de esa autenticidad
con una silla vacía a mi lado frecuentemente.
Lo
que más me llama la atención es que hoy decidí yo que ese asiento esté vacío.
Nunca lo había hecho antes. Necesito sanar mis heridas para poder seguir
adelante. La gran cuestión es que no se cómo hacer. ¿Alguien sabe cómo se hace
para dejar de sentir?¿O tan sólo ocurre?
Quisiera de verdad,
poder dormir esta noche profundamente, y mañana despertar y no sentir nada, o
bien tener los ojos abiertos para poder ver hacia adelante, procesar mi pasado
y concentrarme en el presente. Y asimismo poder ejercer esa gran libertad que
siempre me había caracterizado. Tener la capacidad de pensar en mi misma antes que
en los demás. Respirar en paz. Cuando pueda llevar a cabo eso, ahí estaré
dispuesta a compartir plenamente mi vida entera.
Espero algún día,
poder continuar escribiendo este capítulo de mi historia que añoro esté
inconclusa.