jueves, 20 de febrero de 2014

Un momento de soledad


Desde hace mucho tiempo me acostumbre a cierta penumbra en el ambiente. Probablemente haya determinados momentos inhóspitos para pensar y relajarse. Hay días que quisiera simplemente no pensar.
Siempre me costó estar sola con mis propios fantasmas e incluso con los de los demás. Son fantasmas alienados que yo me invento, de alguna manera veo formas confusas que me atrapan y se sumergen en mi interior de una manera profunda. Ilusoriamente, creo vislumbrar figuras que me llaman y me invitan a soñar mundos inexistentes de mi agrado. A veces, el momento onírico dura años, sumergida en una nube, creyendo en situaciones inverosímiles, vetusto pasado corrompido por sombras que sentí tan tangibles, pero se desvanecieron en el horizonte, cual viento pestilente.

Creí que lo eras todo y te redujiste a la nada. Sé que hay cosas que olvidé, pero hay otras que siguen tan presentes. Detesto ver vida donde no la hay. Mis ilusiones se desarman, frágiles como papeles arrugados. Sé que hay una historia que a nadie le ha de importar, y percibo que a vos tampoco o al menos quedó en el más recóndito lugar de tu cerebro. Pero a veces permanece en el aire, en el silencio de la noche, en los augurios que ya nunca se cumplirán.

 Mi mente escapa hacia un lugar, en el cual pensé que de algún modo estabas, no comprendo aún por qué. Quizás vi risas parecidas, actitudes compatibles e incluso filosofías más profundas. Dentro de mi locura, me vi reflejada en tus fantasmas, pensé que tal vez compartíamos el insomnio, la escritura, el dibujo y algunas ideas. En tu mirada vi un anima distante, pero cercana. Una compañía imperceptible pero presente, lo inentendible a lo cual se debe renunciar porque si.


No te conozco demasiado,  vos tampoco a mí, pero presiento que no es la primera vez que nos cruzamos, el ruido del reloj me habla de una estadía eterna de tu ser en mi atmósfera. Puede que seas otra de esas construcciones de mi cabeza, de hecho logro ver que no te has molestado en acercarte. Por otra parte, siempre estás de alguna manera allí, no comprendo la razón de permanecer en el tiempo de este modo. Puede que nunca leas este texto, o que lo estés presintiendo, lo bueno es que ahora sé que sos parte de mí, otra de mis historias que a unos pocos les hace eco en sus días, construcción de un intento de belleza en mi interior para demostrarle a esos fantasmas que puedo tener una vida plena, conversando un rato con ellos.

lunes, 10 de febrero de 2014

Recordaré tu risa eterna

Recuerdo tus sonrisas de antaño
Tu perfume delicado
y tu atuendo de seda.

Recuerdo las cosas que odiabas,
las que amabas,
e incluso las que detestabas.

Rememoro tus historias,
me quedo con aquellas más ficticias.
Anhelo esa fuerza interior que tenías,
hace más de 10 años.

Te gustaba cuidar tus plantas,
yo nunca supe como.

Cuando él se había ido…
cambiaste completamente tu forma de ser.
Nunca lo dijiste,
pero siempre lo supe.

Sé que pasamos los mejores momentos
y sé que traté de darte mi compañía
cuando la necesitaste.

Igual todos sabíamos
que no querías estar más…
Ya todo era dolor y sufrimiento.
Todos sabemos que anunciaste tu partida,
que todo ha sido tan lento,
tan desgarrador,
tan inconstante.
Una prueba del destino 
difícil de sortear.

Pude acariciar tu espalda el último día.
Pero sé que las risas que hemos compartido juntas,
jamás las borrará el tiempo.

Sé que no querés escuchar mi llanto,
siempre dijiste que cuando llegue este día,
no querías que nadie inunde sus cuartos,
pero me resulta improbable,
aunque las cosas no eran como antes,
darte el adiós final,
tiene un sabor muy amargo,
como los mates que no te gustaban,
o como los últimos días en que llamabas 
hasta los que no estaban.

Me esfuerzo por recordar los mejores momentos,
es complejo no tener presente
que tus años al final de la historia,
no han sido los más óptimos.

Pero has tenido una vida plena.
Generaste una familia,
realizabas tus propios vestidos,
hasta hiciste muchos para mi también.

Quiero quedarme con esa imagen tuya
de los viajes que hacíamos juntas,
de las comidas que preparábamos,
de la muñecas que me comprabas
y de las noches de charlas eternas.
Tengo consciencia que tampoco 
borraré los últimos días
y lo fugaces y punzantes que han sido.

Te prometo no llorar más,
pero sabés que a pesar de todo 
nunca podré olvidarte.
Hemos compartido demasiado.

He visto tu rostro en el cielo,
en la tarde de ayer,
estoy más que segura.
Te saludé levemente.

Tu descanso era necesario,
ahora hay que aceptarlo con valentía
y quizás algún día nos reencontremos
y recordemos esas tardes en la plaza
y esas noches de cuentos que siempre
llevaré conmigo a todas partes.