jueves, 1 de agosto de 2013

Breve historia de mis emociones

Últimamente vengo aprendiendo muchas cosas. Como que nada es para siempre y que la gente en la vida de cada uno conforma etapas que después se desvanecen con el viento.
Nunca quise estar en soledad o quizás nunca antes me habían dejado. Nací hija única y tal vez debería saber mejor que nadie lo que significa estar sola. Pero las circunstancias de la vida me llevaron a un rincón en el que solo escucho grillos, otros días oigo truenos y a veces tan solo mi respiración.
A veces me pongo a pensar que en una de esas, elegí estar sola. Ninguna de las aparentes compañías me satisfacía.
Recuerdo que de niña, solía jugar sola con mis muñecas, mis ponys y mis casitas hechas en un cajón. Los dormitorios de las protagonistas de mis historias de la infancia hechas con los pañuelos de tela de mi padre, que probablemente un tiempo después usaría para llorar.
De adolescente lloraba con frecuencia, aún más que ahora. Me enamoraba hasta de las palomas que pasaban volando por la ventana. Pero siempre me fijaba en las personas equivocadas. Ahora también.
Escribía, a la edad de 13 años en un diario íntimo,  me sentía invadida por un profundo sentimiento, cada día de una persona diferente. Y eso cambiaba con mucha rapidez. Hasta que llegó la primera sensación verdadera de amor, y ahí empecé a escribir versos más que infantiles pero profundamente sentidos para ese pequeño ser. Recuerdo que solía sufrir por las noches antes de dormir por esos amores no correspondidos, que con los años, se empiezan a ver como historias tiernas perdidas en el espacio.
Pero en esa temprana juventud, el no hallar un amor era desesperante. Además la escasa experiencia y la educación de muñeca de trapo no dejaban mostrar esos sentimientos a la luz. De repente, cuando menos lo esperaba llegó el primero, la primera persona que me dijo te amo, dos palabras que supuestamente ni los tornados podrían remover y a veces las situaciones si. Viene a mi mente un cumpleaños de 15 en el cual saqué el anillo de la torta, esa misma noche terminé con un gran amor, o al menos así era visto en aquel tiempo. Luego regresó. Y volvió a regresar incluso 10 años después, como una canción dice. Pero ya nada era igual, demasiadas cosas habían cambiado, ni nuestros átomos eran los mismos.
Con el transcurso de unos meses, apareció otra persona que parecía que de verdad amaba, escribió cientos de cartas muy sentidas hacia mí. Dijo y demostró que nunca dejaría de sentir eso. De un día para el otro…el torrente sanguíneo dejó de bombear latidos con mi nombre hacia su corazón.
Eso apagó bastante mi soberbia, pero aun conservaba la esperanza de volver a enamorarme, de pensar con toda sinceridad que habría una sola persona que sería la más importante para mí, y que eso sería así a través de los tiempos.
En un estallido de locura, y como un suceso completamente impensado, eso ocurrió. No esperaba nada ni a nadie, luego de ese gran amor que hasta en mí se había esfumado. Pero apareció, y esta vez, era algo indescriptible, era besar y suspirar ambos al mismo tiempo, era estar juntos y ser felices, era compartir la vida día a día, y que cada uno de ellos fuera una alegría sublime que llenaba mi ser. Era sin lugar a dudas lo mejor que me había pasado. Y fue así durante 3 o quizás 4 años. Pero al parecer nada es para siempre, y esa persona encontró su destino. Y ese destino no era yo, ni siquiera era otra mujer. Hubiera sido incluso más reconfortante que sea otra. Ese destino, sólo representaba el hecho de estar separados, por largos períodos de tiempo. Hasta que llegó un momento en el cual ya no podíamos compartir nada. Todo era dolor. Todo era sufrimiento y espera. Cuando los caminos se bifurcan, como decía un sabio escritor al gran estilo Tiresias, hay varios caminos para elegir…y uno escoge.
A mi me tocó escoger el sendero que menos pesar me causaría. El gran problema era que después caería una pesada catarata de agua fría sobre mí, al saber que esa persona no resignaría este destino por todo lo construido juntos. ¨Es injusto¨ me dijo, ¨pero así es¨…La injusticia es algo que nunca me había agradado. Y esta vez tenía un sabor demasiado amargo, al saber que era la primera y única vez que había dado todo por alguien.
Quizás sea este un momento para pensar, para reflexionar. Lamentablemente, cuanto más pienso y reflexiono acerca de eso, más lágrimas se escapan de mis ojos. En algunas ocasiones quiero hacer de cuenta que está todo bien, pero eso no es verdad. La realidad es que no se cuando mi corazón se va a poder dar una nueva oportunidad. Creo que siempre me dejé llevar por mis sentimientos y emociones, nunca fui para nada cerebral. Capaz deba pagar el precio de esa autenticidad con una silla vacía a mi lado frecuentemente.
Lo que más me llama la atención es que hoy decidí yo que ese asiento esté vacío. Nunca lo había hecho antes. Necesito sanar mis heridas para poder seguir adelante. La gran cuestión es que no se cómo hacer. ¿Alguien sabe cómo se hace para dejar de sentir?¿O tan sólo ocurre?
Quisiera de verdad, poder dormir esta noche profundamente, y mañana despertar y no sentir nada, o bien tener los ojos abiertos para poder ver hacia adelante, procesar mi pasado y concentrarme en el presente. Y asimismo poder ejercer esa gran libertad que siempre me había caracterizado. Tener la capacidad de pensar en mi misma antes que en los demás. Respirar en paz. Cuando pueda llevar a cabo eso, ahí estaré dispuesta a compartir plenamente mi vida entera.

Espero algún día, poder continuar escribiendo este capítulo de mi historia que añoro esté inconclusa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario