Me
detengo a mirar los colores y destellos que la luna me ofrece. Me asombro ante
la cálida sensación de la mañana. A veces camino y miro el suelo como si
buscara respuestas. En otras ocasiones, miro los zapatos de las personas que se
sientan cerca de mí en los transportes públicos, tratando de adivinar qué
caminos recorrieron. Otras veces, me detengo a contemplar las hojas otoñales
sin poder evitar pisarlas para escuchar su crujir.
En
muchos momentos decido frenarme y comenzar a prestar atención a las vibraciones
de los sonidos. Hay situaciones en las cuales los silencios importan y mucho. Por las noches, escuchar los leves
gritos de los grillos y por las mañanas el canto de las aves. El golpear de mis
zapatos repitiéndose constantemente contra las baldosas, de manera monótona
para ir al trabajo. Los autos de la calle dirigiéndose rápidamente a diversos
lugares, mayoritariamente en busca del pan o de mayores ambiciones. Y yo,
caminando, luchando por el sueño de contagiar la magia artística.
Después
llego a casa, con los ojos agotados, llenos de sueño. Antes, me subo al
colectivo, y ese es el momento para pensar un poco en mi, a dónde quiero
llegar, y si realmente es bueno vivir una vida pensando constantemente en los
demás. Siempre fui así. Creo que hoy en día tengo que empezar a concentrarme en mi misma. Disfrutar
cada minuto de la vida cómo si fuera el último. Volar, construir unas alas de
tela y cartón con plumas y aprender realmente a volar para tirarme de los
rascacielos más altos. Sentir el viento en mi rostro y la sensación de elevarme
cada vez más y más, hasta dejar de percibir los males. Poder flotar y
alimentarme de las nubes y beber de la lluvia. Los arco iris serían mi compañía
y sus colores me ayudarían a plasmar las más estridentes pinturas que
cualquiera pueda captar.
Y
en ese estado encontrarme con dioses provenientes de distintas culturas y de
esa manera, hacer un pacto en que uniríamos nuestras fuerzas e intentaríamos
cambiar las cosas. Ninguno tiene la respuesta de todo, pero con la unión de
diferentes ideas y de distintos elementos de la naturaleza, podríamos generar
un poder indestructible que causaría como fin último la paz.
Un
grupo de dioses angelicales, con un único propósito. Luchar por la felicidad
mundial. Eliminar las penurias, el hambre, la falta de placeres para todos,
concentrados en clases sociales poderosas, quienes por sus ambiciones tampoco
disfrutan de nada. Generar un ambiente en el cual todo sea placentero y que lo
único que importe es hacer realmente lo que a cada ser le dé felicidad. Y así
estallaríamos todos los seres, que en nuestro interior solo tenemos colores
para brindar, y pintaríamos así el cosmos que ya no sería utópico.
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