Vos
no sabes de mis tristezas. Viste mis lágrimas y dijiste que llorar era cosa de
niños, que había que enfrentar los problemas como dos personas adultas. Nunca
supiste de mi dolor. Me dejaste como la barca de un naufrago, a la deriva. Te
burlaste de mi inocencia como si hubiera decidido esperarte por siempre. Con
los iris borrosos y el corazón galopante. Te lloré tanto que pensé que no iba a
poder nadar en esa inmensidad de angustia.
Te
ibas y no sabías o no quisiste ver que me hacías daño. Aparentemente no lo
pudiste evitar. Parece un giro en el espiral de nuestras vidas. En la cual
nuestras miradas se perdieron.
Recostada
en mi cama, las primeras noches de tu partida, no encontraba fuerza para seguir
adelante. Se quemaba mi inspiración y mi vida al extrañarte. Mi almohada era mi
pañuelo y mis sábanas mi protección. El viento los susurros de tu voz. Los
recuerdos hacían ruido en mi mente. Intenté mantenerlos vivos por mucho tiempo.
Pero eras como las sombras de los árboles en pleno verano, cuando tus hojas
caían ya no había contención, sólo soledad.
Y
sobreviví un tiempo, con distracciones falsas. Cambiaba mi alimentación, hacia
más deporte. Me reunía con gente que en realidad no me interesaba. Sólo para
olvidar. Bailaba más allá de las fronteras. Iba a fiestas donde parecía que
todos eran felices y que todos me querían. Pero no era así. Luego iba a mi casa
y lo único que tenía era mi almohada, mis sábanas y un cúmulo de gente
invisible.
Quise
refugiarme en mi alcoba, con luces tenues, y no pude. Quise refugiarme en la
diversión inexistente y vacía, me fue imposible. Traté de generar música para
abstraerme de la realidad y fue en vano. Busqué a mis amigos y ya habían
resuelto sus vidas. Continué con mi dolor.
Había
algo de lo que si estaba segura y era que quería ser feliz y finalizar con toda
esa oscuridad. Trabé amistad con seres imposibles que saqué de lugares
vetustos, pero simbolizaban compañía. Y después de diversos intentos, vi la
luz.
Una
estrella se asomaba, me dijo que venía de un planeta muy lejano a traerme una
sonoridad incoherente. Al principio, este astro emitía un brillo tenue, que
casi ni podía percibir. Era una constelación tímida que se reservaba muchas
cosas para si. Pero de a poco, casi sin saberlo esta estrella emitía un
resplandor que me cegaba y un sonido indescriptible que atrapó mi alma en una
red.
Y
con ese resplandor observé una chance para salir de la eterna noche en la que
me encontraba. Entonces, decidí tomarla, y aferrarme a ella para beber su
brillo y así llenar ese vacío que vos habías dejado.
Me
nutría con su luminosidad, paseaba con este cometa estelar más allá de
cualquier galaxia. Escuchaba su sigiloso vuelo, me daba paz. Y de esta manera,
lentamente, pude volver a crear, a sonreír, a pintar, a vivir. Gracias estrella
cósmica endemoniada.
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